lunes, 26 de abril de 2010


Los jíbaros son mejor conocidos por la reduccion d cabezas que ellos practicaban a sus adversarios.
Con un cuchillo se hace un corte desde la nuca al cuello, se tira de la piel y se desprende del cráneo, desechando el cerebro, ojos y demás partes blandas, además de los huesos.
El siguiente paso consiste en meter la piel en agua hirviendo a la que se añade jugo de liana y otras hojas, que evitan que se le caiga el pelo. Mantienen la cabeza sumergida durante unos quince minutos; ya que si lo hicieran más tiempo la cabeza podría ablandarse demasiado y posiblemente se pudriese.
A continuación, retiran la cabeza del agua, la que en ese momento ya es la mitad del tamaño original, y la ponen a secar. Una vez seca, se raspa la piel por dentro para quitar restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción y se frota por dentro y por fuera con aceite de carapa.
Después cosen el corte realizado en la nuca para extraer los materiales blandos y el cráneo. También cosen los ojos y la boca, quedando la cabeza como una bolsa, en la que se echa una piedra del tamaño de un puño o el volumen equivalente en arena caliente.
Finalmente la cuelgan sobre el fuego para desecarla poco a poco con el humo, a la vez que se le va dando forma al cuero con una piedra caliente. En este proceso la cabeza acaba por reducirse. Después se retira la piedra o la arena y se tiñe la piel de negro.

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